Llevaban alrededor de una hora trabajando en el. El cuarto 27 estaba lleno. Doctores y enfermeras trabajaban sin descanso, sin esperanza. El sonido de las maquinas y los cateres de las maquinas se interrumpían con el llanto de una niña. Había una tensión palpable entre los médicos que discutían que curso de acción tomar. Era claro que estaban nerviosos, quien no lo estaría. El viento se aventaba contra la ventana lentamente, se podía sentir cierta frialdad penetrando el hospital. -“Doctor, llevamos más de 1 hora en él,” mencionaba una enfermera. El doctor volteo hacia el reloj desilusionado, con la cara de un niño cuando le dicen que Santa Claus no es nada más que un vil truco publicitario. -“Pronúncialo,”- alcanzo a balbucear, -“5:42 AM,” decía mientras salía estruendosamente del cuarto. El cuarto se vació rápidamente, hasta que solo quedaba una persona. Nadie se había percatado de su presencia y mostraba cierta indiferencia a lo que sucedía enfrente de el. Su sonrisa de profesor que acaba de cachar a un alumno con acordeón se quito lentamente y finalmente susurro, ahora con cierta desesperanza en sus palabras, -“La mayoría son iguales” - .
Me desperté en la madrugada. La belleza de estar internado en Cuidados Intensivos es que cada vez que te despiertas de un mal logrado sueño es que la mayoría del tiempo se te olvida donde estas. Esta helando afuera y pareciera que la lluvia solo espera el amanecer para desatarse. Mi condición es crítica, lo sé. Nunca me he preocupado por la muerte, y tampoco a donde iría después de esto, hasta ahora. A los 19 años me di cuenta que soy ateo. Digo me di cuenta porque no creo que es una decisión que aprendes conforma pasa el tiempo. Creo que algunos simplemente nacemos rechazando las enseñanzas teológicas y religiosas de nuestros padres. Mi familia era predominantemente protestante, metodistas de varias generaciones. Me enfermaba ver como el trabajo de mi papá se iba a la ruina y lo único que oía era Dios proveerá. Me enfermaba tener que levantarme los domingos a sentarme a que me sermonearan dos horas por gente igual a mí. Igual de sucia, igual de pecadora. Cerdos hipócritas. Mientras pienso todo esto, el sigue enfrente de mí. En la misma silla de siempre, veo como voltea hacia la ventana. Su mirada perdida, indiferente, sin una sola preocupación. Oigo su respiración, justo en medio de nuestros mundos. Ni aquí, ni allá. Hasta la fecha, no sé si él es un producto de las deliciosas drogas que me administrado o verdaderamente ha estado conmigo desde ya hace tiempo. Suspira otra vez y rompe el silencio que a ratos llegaba a ser eterno. –“Te queda poco tiempo,” – susurra mientras prende otro cigarrillo. Ha fumado miles en frente de mí, probablemente solo para burlarse. Su burla es cruel y sus palabras resuenan en mi cabeza. Me asustan, me aterrorizan, hacen que cuestione creencias que yo creía infalibles. A mis 31 años nunca me había sentido más inseguro que en estos últimos momentos.
He vivido toda mi vida sin remordimientos, todo lo que hecho tenía una razón, un propósito, en fin, todo tenía un porqué y todo tenía que pasar en un momento u otro. Desde mi rechazo de las ciencias religiosas hasta mi matrimonio fallido, no me arrepiento de nada. Hasta ahora. Su presencia es intoxicante. Sería más fácil si su ser se desvaneciera pero sé que eso no pasara. Apaga su cigarro y me ve con cara de que sabe lo que estoy pensando. – “Cuanto tiempo has estado aquí?’’ – me pregunta. El sabe la respuesta, hemos tenido esta misma conversación cientos de veces y por eso, me niego a contestarle. – “No pretendas indiferencia, se que te importa. Sé que estas asustado. No aquí estoy aquí para ayudarte pero tú mismo sabes que haría esto más fácil,” – apuntado hacia el escritorio de mi lado derecho. Es un libro gordo, de esos que dan hueva. Lo tomo y leo la portada. Santa Biblia. Lo abro y leo el primer verso en voz alta. – “En el principio Dios creó los Cielos y la Tierra.” – Lo volteo a ver y tiene una mirada de expectativa esperando ver que siguiente acción tomare. Hay un largo silencio donde nomas nos intercambiamos miradas. –“Mierda para ignorantes,” concluyó. Mi amigo se lo esperaba y suelta una risa al oír mis palabras mientas prende otro cigarro. – “No lo hecho en doce años y no pienso en empezar de nuevo,” – “Porque?” – es su respuesta. Detesto cuando te contestan con una pregunta. -“Porque me quita mi perspectiva objetiva, porque es una hipocresía mundial, porque es una farsa, porque mi libertad y todo en lo que creo se ve interrumpido y va en contra de todo lo que dice tu libro.” “Porque soy libre, porque no tengo que seguir un código que unos enfermizos y ciegos ancianos decidió hace siglos que debemos seguir para ser salvos. Porque es un protocolo y algoritmo monótono que nunca acaba. Porque es lo que les da una excusa a un montón de pendejos al otro lado del mundo para matarse entre ellos y dejar en ruina a los inocentes. Porque era y seguirá siendo una excusa para controlar a las masas y pelear guerras estúpidas e innecesarias. Esto es lo que creo y no tengo la menor duda de que tu eres una mentira, al igual que todo en lo que tú crees. Y por esa razón no tengo miedo a lo que va a pasar a continuación.” –
Hay otro silencio largo y tormentoso. Me siento como un idiota. Me he convertido exactamente en lo que profeso odiar con todo mi ser. Claro que tengo miedo, claro que dudo todo lo que creo. Entre lágrimas en mi almohada veo mis memorias una por una. Y me asusta. Y me aterroriza. Y en el final, ya tan cerca, es en lo único en lo que puedo pensar. Ya es tarde y ya no hay nada que pueda hacer. Volteo a ver el reloj. 4:22. AM. Volteo de nuevo hacia la silla y ya no hay nadie. Mi cuerpo se paraliza ante la imagen. Una silla y una ventana abierta. Jamás creí que dos cosas tan simples pudieran ser tan estremecedoras. –“Tenias razón” – me digo a mi mismo. Si algún momento llamaba para un milagro o un hecho bíblico más que este quisiera verlo. El momento ya estaba a instantes de suceder. El miedo sigue aquí presente más fuerte que nunca. Estoy casi mudo pero alcanzo a repetir, -“Tenias razón. En efecto, tenía ya muy poco tiempo.” –
El pasillo del hospital estaba totalmente solo. No hay actividad de ninguna forma. El reloj marca 4:32 am cuando el altavoz de la sala de doctores es escucha, - “Doctor León, se le solicita en el cuarto 27, rápidamente. Gracias.” -
Me desperté en la madrugada. La belleza de estar internado en Cuidados Intensivos es que cada vez que te despiertas de un mal logrado sueño es que la mayoría del tiempo se te olvida donde estas. Esta helando afuera y pareciera que la lluvia solo espera el amanecer para desatarse. Mi condición es crítica, lo sé. Nunca me he preocupado por la muerte, y tampoco a donde iría después de esto, hasta ahora. A los 19 años me di cuenta que soy ateo. Digo me di cuenta porque no creo que es una decisión que aprendes conforma pasa el tiempo. Creo que algunos simplemente nacemos rechazando las enseñanzas teológicas y religiosas de nuestros padres. Mi familia era predominantemente protestante, metodistas de varias generaciones. Me enfermaba ver como el trabajo de mi papá se iba a la ruina y lo único que oía era Dios proveerá. Me enfermaba tener que levantarme los domingos a sentarme a que me sermonearan dos horas por gente igual a mí. Igual de sucia, igual de pecadora. Cerdos hipócritas. Mientras pienso todo esto, el sigue enfrente de mí. En la misma silla de siempre, veo como voltea hacia la ventana. Su mirada perdida, indiferente, sin una sola preocupación. Oigo su respiración, justo en medio de nuestros mundos. Ni aquí, ni allá. Hasta la fecha, no sé si él es un producto de las deliciosas drogas que me administrado o verdaderamente ha estado conmigo desde ya hace tiempo. Suspira otra vez y rompe el silencio que a ratos llegaba a ser eterno. –“Te queda poco tiempo,” – susurra mientras prende otro cigarrillo. Ha fumado miles en frente de mí, probablemente solo para burlarse. Su burla es cruel y sus palabras resuenan en mi cabeza. Me asustan, me aterrorizan, hacen que cuestione creencias que yo creía infalibles. A mis 31 años nunca me había sentido más inseguro que en estos últimos momentos.
He vivido toda mi vida sin remordimientos, todo lo que hecho tenía una razón, un propósito, en fin, todo tenía un porqué y todo tenía que pasar en un momento u otro. Desde mi rechazo de las ciencias religiosas hasta mi matrimonio fallido, no me arrepiento de nada. Hasta ahora. Su presencia es intoxicante. Sería más fácil si su ser se desvaneciera pero sé que eso no pasara. Apaga su cigarro y me ve con cara de que sabe lo que estoy pensando. – “Cuanto tiempo has estado aquí?’’ – me pregunta. El sabe la respuesta, hemos tenido esta misma conversación cientos de veces y por eso, me niego a contestarle. – “No pretendas indiferencia, se que te importa. Sé que estas asustado. No aquí estoy aquí para ayudarte pero tú mismo sabes que haría esto más fácil,” – apuntado hacia el escritorio de mi lado derecho. Es un libro gordo, de esos que dan hueva. Lo tomo y leo la portada. Santa Biblia. Lo abro y leo el primer verso en voz alta. – “En el principio Dios creó los Cielos y la Tierra.” – Lo volteo a ver y tiene una mirada de expectativa esperando ver que siguiente acción tomare. Hay un largo silencio donde nomas nos intercambiamos miradas. –“Mierda para ignorantes,” concluyó. Mi amigo se lo esperaba y suelta una risa al oír mis palabras mientas prende otro cigarro. – “No lo hecho en doce años y no pienso en empezar de nuevo,” – “Porque?” – es su respuesta. Detesto cuando te contestan con una pregunta. -“Porque me quita mi perspectiva objetiva, porque es una hipocresía mundial, porque es una farsa, porque mi libertad y todo en lo que creo se ve interrumpido y va en contra de todo lo que dice tu libro.” “Porque soy libre, porque no tengo que seguir un código que unos enfermizos y ciegos ancianos decidió hace siglos que debemos seguir para ser salvos. Porque es un protocolo y algoritmo monótono que nunca acaba. Porque es lo que les da una excusa a un montón de pendejos al otro lado del mundo para matarse entre ellos y dejar en ruina a los inocentes. Porque era y seguirá siendo una excusa para controlar a las masas y pelear guerras estúpidas e innecesarias. Esto es lo que creo y no tengo la menor duda de que tu eres una mentira, al igual que todo en lo que tú crees. Y por esa razón no tengo miedo a lo que va a pasar a continuación.” –
Hay otro silencio largo y tormentoso. Me siento como un idiota. Me he convertido exactamente en lo que profeso odiar con todo mi ser. Claro que tengo miedo, claro que dudo todo lo que creo. Entre lágrimas en mi almohada veo mis memorias una por una. Y me asusta. Y me aterroriza. Y en el final, ya tan cerca, es en lo único en lo que puedo pensar. Ya es tarde y ya no hay nada que pueda hacer. Volteo a ver el reloj. 4:22. AM. Volteo de nuevo hacia la silla y ya no hay nadie. Mi cuerpo se paraliza ante la imagen. Una silla y una ventana abierta. Jamás creí que dos cosas tan simples pudieran ser tan estremecedoras. –“Tenias razón” – me digo a mi mismo. Si algún momento llamaba para un milagro o un hecho bíblico más que este quisiera verlo. El momento ya estaba a instantes de suceder. El miedo sigue aquí presente más fuerte que nunca. Estoy casi mudo pero alcanzo a repetir, -“Tenias razón. En efecto, tenía ya muy poco tiempo.” –
El pasillo del hospital estaba totalmente solo. No hay actividad de ninguna forma. El reloj marca 4:32 am cuando el altavoz de la sala de doctores es escucha, - “Doctor León, se le solicita en el cuarto 27, rápidamente. Gracias.” -
yeah!
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